A la muerte del Papa Juan Pablo II, que se desenvolvía tan maravillosamente bien ante los medios de comunicación, algunos creyeron que Benedicto XVI no iba a conectar con la juventud y, por lo tanto, las Jornadas Mundiales o desaparecerían o no tendrían el éxito y la resonancia de las anteriores. Se equivocaron. Los jóvenes están con él.
Llegó sin hacer ruido. Con una proverbial humildad. Con la fuerza de la sonrisa amable y de la palabra justa. Con la voz quebrada y el tono convencido. Con la fuerza de la idea madurada y sabiamente argumentada. Con la fuerza del gesto creíble, la mirada afectuosa y las manos elocuentes. Con la fuerza de su timidez unida al valiente atrevimiento, la sencillez y la energía. Camina paso a paso. Sabiendo bien hacia dónde va. Afrontando con convicción los envites. Con una confianza ilimitada en el Dueño de la viña, del que se siente humilde servidor. Libre y con convicciones, busca siempre la caridad en la verdad. Pensador de largo recorrido y mil batallas libradas. Músico de sensibilidad exquisita. Humanista de vasta cultura y hondo pensamiento. No deja indiferente a nadie. ¿Qué tiene Benedicto XVI que conecta bien con los jóvenes?