05 enero 2011

Carta a Álvaro del Bosque, por Charly

Querido Álvaro:
Después del destello mundialista, de las mil y una felicitaciones que, de todos los modos y frentes posibles, habrás recibido, quiero escribirte esta carta…
Como buen amante del fútbol que soy –y mucho más de la selección española-, la semana pasada pensé que, deportivamente, ya lo había vivido todo. Los nervios de los partidos, la incertidumbre de los penaltis, la selección de Holanda en lucha libre en lugar de jugar al fútbol, la inmensa alegría del gol de Iniesta, el sorprendente beso de Iker a Sara Carbonero, la tormenta de banderas que tiñeron España de rojo y amarillo la emoción de saber que nuestro país es campeón del mundo… Te confieso, Álvaro, que estaba completamente seguro de que, más allá de todas y cada una de las escenas que hicieron realidad la epopeya del Mundial, el final no podía ser más perfecto. Sin embargo, inocente de mí, gracias a Dios (y nunca mejor dicho), me equivoqué…

Me equivoqué, Álvaro, cuando te vi por la televisión e, inmediatamente, te convertiste en la escena más bonita de toda la película. De hecho, vuelvo a ver el abrazo que le diste a tu padre (tu cara de ternura, la de tu padre y tus mejillas acurrucadas sobre sus hombros), y no puedo evitar emocionarme de nuevo ante un guión tan, tan, tan bonito…
¿Sabes, Álvaro? Yo tengo una prima Síndrome de Down y, quizá, por ello, no me canso de quereros con una devoción que sólo las personas que llegan a conoceros de verdad pueden comprender. Mi prima Purita es la alegría de la casa, de mi familia y de tantas personas como la conocen. Sois personas capaces de cautivar un corazón con una simple mirada, un simple abrazo o una simple palabra. Por eso, y porque el carácter humilde y bueno de tu padre hablan por sí solos, sé que tú también eres una bendición para quienes te rodean y descubren, tras tus achinados ojos, tus peculiares andares y tu sincera sonrisa, la gracia de conocerte.
Disfruté contigo levantando la Copa del Mundo ante el aplauso de los jugadores españoles y la mirada cariñosa de tu padre, viéndote emocionado -en el autobús que recorrió Madrid- abrazado a tu ídolo, a un generoso Xavi, que no te dejó de su mano ni un solo segundo, y observando que, en la desidia de muchas personas que os desprecian y que no quieren ver más allá de una enfermedad, tu corazón no entiende de síndromes ni de cromosomas porque su lenguaje es universal y todas sus conjugaciones posibles hablan de y por amor.
Y ya me despido, querido Álvaro, no sin darte mis más sinceras gracias por haberte convertido en el auténtico triunfo de la selección. Has sido el balón de oro porque has jugado como nadie este partido de la vida, el máximo goleador al encajar demasiadas lágrimas en nuestros ojos y el mejor entrenador del Mundial por ser hijo de un padre ejemplar. A partir de hoy, mi camiseta de la selección nacional estará inscrita por un nuevo nombre, el del único capaz de conseguir emocionarme de verdad; el que es, sin duda alguna, el mejor título del mundo: Álvaro del Bosque.
Un fuerte abrazo, Álvaro, y gracias por ser así.
Charly

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